- Cuando vivamos en el campo quiero aprender a hacer mermeladas.
- Eso esta muy bien pero no te esperes a que vivamos en el campo, si quieres aprender hazlo ahora porque después puede que en el campo tampoco lo hagas.
En ese momento no estuve de acuerdo pero me quedé pensando y tiempo después reconocí que tenía razón. Muchas veces decimos "cuando pase esto haré aquello" y nunca acabamos haciéndolo.
Pero también hay algo importante que he aprendido en los últimos meses y es que esto no siempre es así. Desde que vivo en el campo he aprendido a hacer cosas que no pensaba que acabaría haciendo. Incluso algunas ya probé a hacerlas hace algunos años cuando aún vivía en la ciudad y no llamaron mi atención.
La vida en el campo te trae una forma de vivir de forma automática. Empiezas a reconocer plantas y olores.
Observas el paso de las estaciones y descubres la belleza en el paisaje. Valoras el silencio y empiezas a necesitarlo. Y todo ello te va trayendo cosas prácticas que, sin apenas darte cuenta, se van introduciendo en tu vida cotidiana.
Podríamos decir que vivir en el campo te reconecta con la naturaleza. Por primera vez ves los árboles y los pájaros, los alimentos y las nubes. Empiezas a entenderlos y a sentir curiosidad y, con ello, a reconocer su belleza y respetarlos. Y es este respeto el que lleva a querer vivir de otra manera. De una en la que dañes lo menos posible a tu alrededor y en la que aproveches cada pequeña cosa que la naturaleza te da, ya que está ahí para tí. Tiene una utilidad y ésta es necesaria para la salud del ciclo de las cosas.
Pero también hay algo importante que he aprendido en los últimos meses y es que esto no siempre es así. Desde que vivo en el campo he aprendido a hacer cosas que no pensaba que acabaría haciendo. Incluso algunas ya probé a hacerlas hace algunos años cuando aún vivía en la ciudad y no llamaron mi atención.
La vida en el campo te trae una forma de vivir de forma automática. Empiezas a reconocer plantas y olores.
Observas el paso de las estaciones y descubres la belleza en el paisaje. Valoras el silencio y empiezas a necesitarlo. Y todo ello te va trayendo cosas prácticas que, sin apenas darte cuenta, se van introduciendo en tu vida cotidiana.
Podríamos decir que vivir en el campo te reconecta con la naturaleza. Por primera vez ves los árboles y los pájaros, los alimentos y las nubes. Empiezas a entenderlos y a sentir curiosidad y, con ello, a reconocer su belleza y respetarlos. Y es este respeto el que lleva a querer vivir de otra manera. De una en la que dañes lo menos posible a tu alrededor y en la que aproveches cada pequeña cosa que la naturaleza te da, ya que está ahí para tí. Tiene una utilidad y ésta es necesaria para la salud del ciclo de las cosas.
El jabón, la leña, los animales, el abono, las plantas medicinales, la ceniza, el huerto, las frutas, los insectos, el adobe, el compost, ... todas ellas y muchas otras forman ya parte de nuestra vida en Cal Vicenç y cada una nos trae comprensiones y reflexiones que nos ayudan a caminar hacia esa forma de vida que, aunque a veces no la tengamos del todo definida, nuestro corazón sabe exactamente hacia donde se dirige.